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Historia

Cabildo Escopetera y Pirza

El Cabildo Escopetera y Pirza fue creado en 1992, por disposición de la Constitución Política de 1991 y la Ley 21 de 1991.

Historia de los antepasados Pirza:

El territorio de nuestro resguardo ha pertenecido desde tiempos ancestrales a los indígenas Pirzas que habitaron el valle y las laderas del río Imurrá o río Riosucio en su parte baja. Dicha región fue mencionada en las crónicas de Indias como “el gran valle de los Pirzas” o como “la provincia de Picará”, por el nombre que los indios daban al cerro. Al centro poblado donde hoy se levanta el Corregimiento de Bonafont se le llamó Samogá, que significa en la lengua Humbra “lugar del asombro”.

El nombre de “Escopetera” asignado al resguardo se debe a la resistencia que generaron los indios a la llegada de los españoles. Cuentan los cronistas que “Al capitán Ruy Vanegas (le dijo a Robledo) que partiese a la pacificación de Pirsa y Sopía; lo cual no fue tan fácil por haberse puesto en armas los de Pirsa, valiéndose de hoyos y púas contra la ventaja de los caballos, en que cayeron algunos; aunque conocido el ardid y castigado el atrevimiento en algunos encuentros que precedieron, hubieron de admitir forzadamente la paz”. (Tomado de Fernández Piedrahita, Lucas. Historia general de las conquista del Nuevo Reino de Granada. Cali, Edición Facsimilar hecha por Carvajal 1986. Tomo 1)

En estas crónicas que son los relatos de tiempos de la conquista española se mencionan muchas de las prácticas que nuestros ancestros realizaban como el culto a los dioses del sol, la lluvia, el maíz y las plantas sagradas, al mismo tiempo describen algunos de los ritos tradicionales y festividades. Estos relatos fueron escritos bajo una mirada juzgadora y condenadora de nuestra cultura. Muchos españoles en sus escritos aumentaron o desdibujaron las prácticas ancestrales indígenas para poder justificar la dominación, el destierro y la esclavitud de nuestra cultura, por ello nuestros antepasados fueron juzgados como “salvajes”, “bárbaros”, “adoradores del diablo”, “borrachos” y como “carniceros de carne humana”, dejando de lado el saber ancestral más valioso que tenía su forma de vida.

Nuestra historia con la llegada del dominador español fue partida en dos, nuestras costumbres y la sabiduría obtenida en el contacto con la madre tierra fueron olvidadas, obligándonos a hablar una lengua extranjera, a adorar el Dios crucificado de la religión Católica y a rechazar nuestro color de piel, los dioses, la lengua y todo nuestro pasado. Así, ser indio se constituyó en una gran vergüenza. Fuimos ubicados en una escala social baja y dependiente, olvidando la historia y la grandeza de nuestra cultura.

Para el siglo XVI los pocos indios que quedaron en el valle de los Pirzas fueron movilizados al trabajo de la minería en los reales de minas de Marmato, Zopía y Picará. Muchos de los indígenas, hombres y mujeres prefirieron ahorcarse o despeñarse por las grandes laderas de los cerros, antes de doblegarse ante la esclavitud. El oro con el que adornamos nuestro cuerpo para rendir culto al gran sol, fue empacado en grandes lingotes para enriquecer a los blancos Españoles del otro lado del océano. El cronista Fray Gerónimo de Escobar menciona en tono de denuncia, cómo después de cuarenta años de haber llegado a estas provincias, para el año de 1582 la población indígena había casi desaparecido, de 80.000 que eran en 1542 apenas se podían contar 500 indios sobrevivientes.

Himno Resguardo Escopetera Pirza

I

Unidos vamos cantando por la nueva generación (Bis)

No dejaremos nuestra cultura ancestral,

Todas las voces brotan desde el corazón.

II

Tus montañas tienen hechizos

De mitos y leyendas

Que nativos y colonos

Replican como folclor

Conservando su tradición.

Coro:

Mi resguardo es hermoso valle,

Anclado por dos montañas (Bis).

El cerro Picará,

La colina de Miravalle,

Y los Pirzas serán su riqueza y fertilidad (Bis).

III

Mis ancestros la roca gravaron,

El poder de sus manos tallaron,

Con los símbolos que allí dejaron,

En memoria Samogá llamaron (Bis).

/Coro/

III

Nuestros caciques no se sometieron,

Churuscuará, Picará, Uspirimí,

El oro escondieron en el cerro Picará.

Por su malicia, no lo han podido encontrar.

/Coro/

Historia

La creación de los Resguardos de Indios...

Para el año de 1627 algunos españoles mandados por el rey vinieron a estas tierras con el encargo de crear los “Resguardos de Indios”. Fue así como el Oidor Lesmes de Espinoza y Saravia, constituyó los resguardos de esta región como estrategia de centralizar la mano de obra indígena que escaseaba por culpa de los maltratos y la esclavitud, para proveer de comida las mesas de los españoles y para evitar la mescla racial tan indeseable entre blancos, negros e indios. Una de las características de este sistema de resguardos fue la propiedad comunal, nadie podía vender el territorio o cambiarlo, lo que permitió de alguna manera proteger el patrimonio de la tierra, aunque ésta ya estaba reducida y las mejores fueron entregadas a los españoles para sus haciendas.

El sistema de resguardos posibilitaba un control más riguroso de la cultura y de las prácticas de los pocos indios que quedaban, labor desarrollada por los frailes y religiosos católicos que fueron cristianizando todo a su alrededor, de allí vienen los nombres de San Lorenzo, de Candelaria y de numerosas veredas que antes tuvieron sus nombres indígenas.

Con el pasar de los años la dominación española cambió de rumbo, el oro extraído del vientre de nuestro cerro Picará y de las quebradas y ríos dejó de producir lo suficiente, con ello se fue desplazando la mano de obra indígena y se deshabitaron paulatinamente los resguardos. Muchos indios murieron, otros dejaron sus tierras y el territorio de los Escopetera y Pirza fue ocupado por descendientes de los pocos indios que quedaron.

La época de la independencia y la disolución de los resguardos

Después llegó el proceso independentista para el año 1810 cuando ya en Riosucio se erigían las dos iglesias cada una con su párroco respectivo. Estos dos hombres José Bonifacio Bonafont, a quien debemos el nuevo nombre de nuestra región y José Ramón Bueno, pensaban en la necesidad de generar la unión entre las razas que es de donde nace nuestro querido carnaval del Diablo.

Con la independencia las cosas cambiaron un poco, al menos ya no se tenía que rendir tributo a los españoles y la nueva dirigencia prometía igualdad de derechos para todos. El mestizaje fue fuerte, los colonizadores también trataron de imponer sus costumbres católicas y conservadoras, pero algunos pocos indígenas continuaron en la lucha muchas veces silenciosa por recordar el pasado.

Siglo XIX y fundación del poblado de BONAFONT

Pero volviendo a nuestro territorio, podemos decir que para el siglo XIX el panorama era desconcertante, el antiguo valle de los Pirzas era otro, la costumbres y el saber ancestral había partido con los antepasados, las tierras estaban divididas en pequeñas parcelas y cada vez en la mente de los naturales habitaba con más fuerza el deseo de blanquearse debido al racismo que exigía tener el color de piel más claro para ser reconocido como gente de bien y de respeto.

En el año 1884 sucede algo muy importante, cinco familias de la parcialidad de la montaña, impulsadas quizá por la guerra civil desatada al posesionarse como presidente Rafael Núñez, fundan el poblado de Bonafont en le sitio llamado “Escopetera”, correspondiente al antiguo establecimiento minero de Picará. Las familias fundadoras son la de Vicente Bañol, Patricio Bañol, Indalecio Bañol, una familia Guapacha y otra Morales, pero el territorio se transformará en Corregimiento sólo hasta la década de 1.890 cuando se le anexan los tres sectores de origen mulato: Pirsa, Jaguero, la hacienda Trujillo y “Cucarachero” hoy llamado Florencia.

Desde la llegada de los españoles el territorio de Escopetera perteneció al gran territorio Caucano, pero para el año 1905 empieza a ser parte del departamento de Caldas, con lo que la división político administrativa y física entre los departamentos de Caldas y Risaralda.

La igualdad prometida en la lucha independentista nunca sucedió, más de cien años después en 1940-1950 la violencia llegaría sanguinaria cobrando la vida de los pobladores del sector, ya que fueron juzgados siempre como los rebeldes, liberales y “los escopeteros”. La sangre fue derramada nuevamente por culpa de ideologías que se querían imponer. En el recuerdo de nuestras abuelas se dibujan las escenas de huida… Las mujeres corren con sus niños en los brazos a esconderse en el cerro Picará o en la Cueva de la Lechuza en la comunidad de Quimbaya.

Las leyes de 1945 operan en contra del territorio colectivo y la propiedad individual del territorio…

Del resguardo durante esta época, ya no se recuerda nada… nuevas leyes aprovecharon las coyunturas para proponer que cada “campesino” tuviera su escritura pública, la propiedad sobre su terreno. Así lo que se logró fue el endeudamiento masivo con los bancos y en muchos casos los indígenas propietarios perdieron la tierra o la vendieron a nuevos pobladores hasta quedar sin nada.

Abogados de ciudad astutos ofrecieron sus servicios a cambio de tierras y alguien demasiado inescrupuloso encendió en llamas la notaría de Riosucio, para dar así fin a los documentos que certificaban la tenencia de tierras de los antiguos Pirzas. Todos estos procesos injustos determinaron que la tierra pasara a manos de terratenientes y colonos, y la miseria del dueño ancestral del territorio se agudizó aún más.

La década de los 60, pobreza, política y cambios importantes…

Para los años 60 la pobreza pululaba en las faldas de Bonafont, los politiqueros bajaban en tiempos de campaña con sus bultos de arena y sus cuatro tejas a convencer a los indios de que votaran por extraños que disfrutaría gozosamente de los privilegios de la nación junto a las clases altas, sin llegar a cambiar ni un solo día la realidad del campo y la región colombiana. La vida de la región giraba ahora en torno al café, las dos épocas de cosecha eran el tiempo más esperado para proveerse de alimentos y enseres, los indígenas mayores recuerdan cómo se llenaban “las chivas” de recolectores de café, los días domingos. Cientos de hombres dispuestos a ir a las faldas de Lisboa en las cercanías de Manizales o a las regiones de Combia y Marsella en Risaralda a trabajar como recolectores de café que regresaban el viernes con un salario mal pago y con el recuerdo de las malas condiciones de vida que sufrían en esos establecimientos de terratenientes.

Pero por esta época surgen procesos de movilización nacional que pretenden cambiar esta situación. Este retorno a la organización indígena surge en el Cauca con inspiración del líder indígena Quintín Lame, quien desde 1917 llamaba a la conciencia del respeto del territorio ancestral y una educación propia para los pueblos originarios. De esta manera se organiza la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos –ANUC- para luchar por la Tierra y luego la Organización Nacional Indígena de Colombia –ONIC-, surge también el INCORA y se da un resurgimiento de la organización indígena de Caldas de la mano de estas organizaciones. Los años 60 traerán una nueva visión del mundo de la mano del comunismo y de la crítica a la estructura del capitalismo norteamericano.

El Padre Álvaro Betancur y la pastoral en Bonafont…

Para finales de los años 70 es asignado un nuevo párroco de la iglesia Católica de Bonafont, el Padre Álvaro Betancourt (1975-1978) quien cumplió tal vez inconscientemente una labor fundamental para el proceso de organización de los indígenas. La mayoría de los pobladores antiguos lo recuerdan con agradecimiento, su papel fue organizarlos en “Comunidades Eclesiales de Base” o “Pastorales”, que recorrían las veredas más alejadas enseñando no solo la religión, sino también las formas de participación y de reclamo de los derechos.

Manuelito Morales, el primer gobernador, lo recuerda con estas palabras:

“Yo estaba joven todavía y compartí con él muchas experiencias. Reconozco que desde que llegó ese sacerdote conocimos a Dios, antes no conocíamos a Dios. El padre Álvaro nos hizo conocer de las comunidades indígenas, qué hacía el gobierno, nos hizo conocer del partido liberal, el conservador, qué intereses tenían y todo eso se le va metiendo a uno en la cabeza. Luego uno tiene como unas ideas de lo que uno ha sido y lo que uno ha vivido en otras partes, de todo lo que hemos tenido que luchar en esta vida. Realmente uno va viendo la realidad y uno tiene como esa idea…de que es necesario organizarse, luchar por los derechos”.

El padre Álvaro llegó con muchas ideas buenas, llamó a toda la comunidad a participar, organizó a los jóvenes e hizo guardar todas las imágenes de la iglesia. Las canciones que enseñaba tenían mensajes de liberación y de lucha. Después de varios años de servicio fue enviado a estudiar a Roma y llegó un nuevo sacerdote que inmediatamente hizo sacar otra vez las imágenes de yeso por toda la iglesia. Este sacerdote acusó a los líderes de revolucionarios y con ello mucha gente volvió a alejarse de la iglesia. La pastoral se acabó, pero los indígenas acostumbrados a reunirse empezaron a cambiar el tema de la religión por el de la lucha por el territorio y la reorganización del resguardo.

Manuelito Morales recuerda esos tiempos:

“Nos íbamos con Hugo a hablar ya no de pastoral sino de la organización indígena, qué derechos teníamos, pues a la gente siempre la habían orientado los políticos y ahí nos pusimos a leer la ley 89 que nos daba unos derechos demasiado grandes… de eso le hablamos a la gente y nos reuníamos primero en las casas y luego en San Antonio…Entonces ya venía gente de Cañamomo, de la Montaña, de San Lorenzo, se ponían a hablar y a la gente le gustó mucho”.

La invasión de las tierras de Jaguero y Guacamayero…

Por ese tiempo otros líderes que hoy son mayores, se organizaron en pequeños grupos para invadir terrenos de hacendados, procurando ser reconocidos por el Incora. Manuelito Morales cuenta también “En ésa época ya el compañero Hugo estuvo en la tolda luchando por unas tierras, a uno la situación no lo dejaba, pero él si se iba por la noche a sembrar…luchar era invadir las tierras de los terratenientes. El mayor Hugo Morales, mirando el paisaje de su querido resguardo cuenta con mucha gracia cómo la policía perseguía a los indígenas y campesinos que se atrevían a sembrar las tierras de los hacendados de Jaguero y la Tolda.

En estas palabras recuerda esa experiencia:

“Nosotros invadimos a Jaguero una noche de luna llena, a Guacamayero… el mayordomo nos autorizó para que fuéramos en la noche a sembrar, hicimos un sancocho, las mujeres y los hombres. Lo cierto del caso es que el rico se dio cuenta, siempre lo que nos perjudica a nosotros es la envidia. La intriga “que yo quiero para mí ya”, no pensamos en los hijos, en el futuro, en la sociedad, eso también se dio allí. La idea era sembrar y quedarnos calladitos todos, de modo que cuando el rico “brincara” era porque las matas ya estaban grandes. Entonces resulta que los soplones no faltaban y por lamber le cayeron al rico y le dijeron “cómo le parece patrón que invadieron la finca y sembraron un montón de cosas ahí…” haber si él se condolía y como vos me “soplates” (avisaste), me van a dar a mi. Entonces él se vino y habló con la policía, cuando una nota que llega a la casa, oiga Hugo que se vaya a armar la gente que se va a venir la policía y armarlos era organizarlos. Me fui a armar a la gente y nos fuimos y la gente gritando ¡que viene la policía! Y con perdón de la gente a la que le gusta la policía, a mí no me parece… la veo es como un servicio social, pero no… y todos con miedo, y miedo por qué hombre. Y hombre, que llegaban a las ocho o a las nueve, se llegaron las diez y nada y yo dije, sabe qué… aquí nos van a coger con hambre y nos envuelven. Tenemos que hacer así sea un aguasal de huevo y comérnoslo en el camino y esperarlos pero llenitos. Ah dijo el uno: “Yo doy una gallina, yo doy un pollo, yo doy los plátanos, las yucas” y hacemos un sancocho. Ah pero no nos metamos en esa finca, hagámoslo aquí en el camino. En una vueltica donde se miraba dónde asomaban. Estábamos comiendo cuando aparecieron. Algunos quisieron hasta botar el platillito… ¡Ahhh qué cuento e miedo! quédense ahí quieticos. Cuando llega el dueño de la finca gritando “que caminen a una reunión”. Un momentico, un momentico que estamos almorzando. Acaben de almorzar….tranquilos”.

El proceso no surtió resultados, algunos indígenas fueron detenidos días después en la estación de Policía de Riosucio y gracias a la influencia del Dr. Camacho director del INCORA en Pereira, finalmente fueron liberados. Pero el movimiento no desapareció, los años pasaron y gracias a la asesoría de compañeros de los resguardos de la región, se fue consolidando la idea de reconstruir el Resguardo Escopetera Pirza. Es así como se pasa de un proceso de reclamo de la tierra por los mecanismos de la movilización social, a un proceso de gestión ante el ministerio del Interior para ser reconocidos como indígenas, habitantes y dueños de un territorio ancestral. La idea de campesinado fue cambiando y surge entonces la necesidad de agruparse alrededor de una identidad indígena antes olvidada.

El cambio constitucional del 1991 y las nuevas garantías para los indígenas…

Con la Constituyente de 1990 se abre un panorama diferente para los grupos indígenas y las minorías étnicas en todo el país. El artículo 7 de la Constitución reconoce al país como Multicultural y pluriétnico con lo que se dan posibilidades inimaginadas antes para los grupos étnicos. Es así como estos cambios y aperturas motivan a la comunidad a continuar el ejercicio de organización. Las reuniones en San Antonio se tornan cada día más numerosas y la comunidad va entendiendo las garantías de regresar a la identidad indígena. Para el año de 1991 se constituye el Cabildo y durante el año 1993 es elegido Manuelito Morales como primer Gobernador.

Merardo Largo y los estudios antropológicos…

Merardo era un muchacho muy joven pero un buen líder además estudiaba ciencias sociales y toda su familia todavía sabía la lengua Humbra. Tal vez era la única comunidad que no había perdido la lengua, estaban ubicados por Mápura, en un sector que se ha llamado tradicionalmente “Los medios”. Encontrarlo a él fue muy importante para el proceso de reconocimiento, durante esa época se realiza un análisis antropológico que da cuenta de la cultura ancestral, de los artefactos y lugares sagrados, los usos y costumbres de las comunidades. Estos análisis son realizados por antropólogos reconocidos que visitan el territorio. Ese proceso fue liderado por Merardo quien es elegido gobernador durante el año 1994.

Fuimos a Mápura y otros se fueron para otras comunidades, los primeros invitados fueron ellos, con machetes, garrotes, plumas y collares, con sus pechos destapados, fuimos llegando y al primero que saludaron fue a Merardo porque él era el que hablaba la lengua… los antropólogos preguntaron que qué habían dicho. Y Merardo les dijo que había preguntado que quién eran ellos, que si habían entrado con permiso de nosotros… y él todo asustado. Entonces el señor dijo levantando la voz, aquí ustedes quedarán constituídos como Resguardo, esperen la resolución.

Diego Tabarquino y la constitución del Resguardo Escopetera y Pirza (Abril 10 de 2004)

Surgen nuevos liderazgos en cabeza de Diego Tabarquino, Olga Lucía Morales y muchos otros compañeros humildes pero valientes. Se reconstruye de ese nuestro resguardo hasta ser reconocido como tal por el Ministerio del Interior el día 10 de abril de 2004.

Hoy el trabajo es educativo, se trata de que reconozcamos lo que somos, nuestra belleza natural y nuestros orígenes, de compartir los beneficios y posibilidades otorgados en la Nueva Constitución Nacional de 1991. Colombia es una nación que ha aceptado ser Pluriétnica y Multicultural, nuestra mayor riqueza es la diversidad cultural y el legado de nuestros antepasados.

La tarea de nuestros líderes merece ser reconocido y el proceso de fortalecimiento de la organización es deber de todos los habitantes. No existe mayor valor en una persona, que amar sus raíces, su identidad, el carácter de su vinculación con el territorio y la comunidad a la que pertenece. Nuestro ancestro indígena nos invita a luchar por la Identidad, la autonomía y el cuidado del territorio, de nuestra “pacha mama”, nuestra madre tierra.

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